En toda pareja hay diferencias que generan tensiones, pero el manejo adecuado de éstas tiene un papel determinante en la felicidad de la pareja. Hay dos tipos de parejas: las que muestran una resolución exitosa de estas diferencias y las que transforman sus diferencias en peleas crónicas. Las primeras, logran desarrollar la confianza necesaria en su capacidad para enfrentar juntos lo que sea necesario para lograr su felicidad. En cambio las otras dejan que el pesimismo se apodere de ellas y pierden la confianza para lograr que su relación funcione.
¿Cómo manejar estas diferencias?
1. Tener claro que no todas tienen solución; es importante reconocerlas y aprender a vivir con ellas. Para esto hay que aprender a tener:
- serenidad para aceptar las cosas que no se pueden cambiar
- valor para cambiar las que sí se pueden cambiar
- sabiduría para reconocer la diferencia
Tratar de cambiar al otro es girar alrededor del mismo círculo vicioso.
2. Ninguno tiene toda la razón.
Para pelear se necesitan por lo menos dos partes enfrentadas y en el caso de la pareja, la dinámica de las relaciones es tan compleja que es muy difícil determinar cuál es la causa de algunos conflictos. Cada uno percibe el punto en cuestión desde su perspectiva, esto es porque cada persona ve lo que espera y quiere ver.
3. La aceptación va primero, el cambio después.
Si quieres que tu pareja cambie un hábito o una manera de actuar que está creando conflicto en la relación, primero debes demostrarle que lo aceptas tal cual es.
4. Buscar un terreno común en lugar de insistir que las cosas se hagan como cada uno quiere.
5. Ten presente que cada vez que critiques, hieras, rechaces, ofendas a tu pareja, vas a necesitar una dosis cinco veces mayor de acciones positivas para compensar el daño causado. Por lo tanto, tratar mal a tu pareja puede salirte caro.
Las parejas que pelean son las que permanecen juntas, siempre y cuando sepan cómo pelear.
Pelear en la relación de pareja es como aprender a bailar, no a boxear. Cuando dos boxeadores se suben al cuadrilátero, el objetivo de cada uno está muy claro: vencer al contrincante. No así en la relación de pareja porque en ésta se ‘pelea’ no en busca de “knock-outs”, sino de un mayor entendimiento. En la pareja la victoria no significa automáticamente la derrota de ambos. Al moverse a la manera de buenos bailarines actuarán en sintonía “al ritmo” de sus intereses como pareja.
Siguiendo con la metáfora del boxeo, en las peleas no se permiten “golpes bajos”, es decir, cualquier golpe debajo del cinturón del oponente es ilegal o “sucio”. Esto llevado al terreno de la pareja implica que cada miembro tiene un límite, un “cinturón” que protege su zona más vulnerable, pero este cinturón puede variar según la persona. Algunas que son muy sensibles a cualquier ofensa lo usan bien arriba protegiendo sus zonas vulnerables muy bien. Otras lo ubican bien abajo y son aquellas que reciben y “asimilan” muchos “golpes sucios”.
Por lo tanto, cada uno puede identificar dónde está ubicado su cinturón, y sobre todo dónde está el de tu pareja para saber donde NO golpear. Una vez que conozcan sus puntos débiles cada uno puede tener el derecho a gritar : “¡golpe bajo!”
Recuerda que es importante moverse en sintonía, evitando los golpes bajos porque en la pareja no hay contrincantes. Aunque en la pareja son dos, la realidad de la relación de pareja los convierte en uno, pues integran un mismo equipo. O los dos ganan o los dos pierden. Mucho depende de que sepan cómo “pelear”.
Suerte!!
“El matrimonio es una barca que lleva a dos personas en un mar tormentoso; si uno de los dos hace algún movimiento brusco, la barca se hunde” Tolstoi