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Amar es un sendero sólo para valientes.

“Qué cosa más grande que tener a alguien con quien te atrevas a hablar como hablas contigo mismo” Cicerón 106 a.c.

Ser pareja es el área donde tenemos los miedos más profundos y donde hay que tomar los mayores riesgos. Si pensamos que una relación de pareja divertida, honesta, incondicional, apasionada y profunda es el “Santo Grial”, las pruebas que hay que atravesar para llegar ahí son muchas.

Primero: Mostrar quien realmente eres, qué te gusta y qué no, qué valoras, qué temes, qué te carga, cuáles son tus sueños, qué te ha dolido en la vida, qué te apasiona, quién te inspira, qué te conmueve, qué te hace feliz. Muchas veces no nos atrevemos a mostrar lo que somos realmente porque pensamos que lo nuestro no será bienvenido y será juzgado. Creemos que el otro pensará por ejemplo: “qué raro/a, qué monillento/a, qué sensible, qué lunático/a” y no nos aceptará. Yo te pregunto ¿Para qué quieres ser aceptada/o por alguien que no te conoce? Y si no te conoce ¿cómo te puede aceptar? El amor incondicional tiene como pilar fundamental el conocerse en profundidad. Cuando le muestras al otro quien realmente eres y el otro se queda contigo ocurre algo fantástico: te están eligiendo desde la verdad, mostrando que tú presencia es un aporte en su vida. Cuando eso ocurre tu corazón siente paz, te sientes suficiente para ese amor, elegido por lo que realmente eres.

Segundo: Volver a amar aunque duela. Es tremendo saber que esa persona a la que amamos profundamente y con la cual somos tan felices, también nos puede herir. Las heridas que vienen de aquellos a los que amamos duelen infinitamente, como un golpe fuerte que nos deja en el piso, doblados y sin aliento. Es natural querer protegerse de eso y apartarse de la posibilidad de sufrir así nuevamente, irse al “bunker” emocional donde nadie puede tocarnos ni hacernos daño. Pensamos que ahí habrá paz pero lo que encontramos es el vacío y la soledad. Ahí no hay nada que nos haga vibrar y por lo tanto la solución al sufrimiento suele terminar trayendo aun mayor pesar al corazón. ¿Qué hacer entonces? Agarrarnos del coraje y del amor que tenemos por el otro. No hay que evitar sufrir, ya que no hay crecimiento ahí. El dolor se atraviesa, no se evita.

Tercero: Acortar la brecha entre quien eres y quien quieres ser en pareja. Si hay un dolor en tu pareja es porque hay un área donde hay que crecer. Nuestra naturaleza como seres humanos es de crecimiento, y por lo tanto aquello que nos hace sentir vivos no es aquello que obtenemos, sino aquello en lo que nos convertimos. ¿Cuál es la mejor versión de ti en pareja? ¿Cómo quieres ser? ¿Cómo te gustaría actuar si estuvieras libre de tus miedos? No grites si te gritan, no te alejes si se alejan, no hieras si te hieren. Hacer eso es reaccionar desde el miedo, desde la defensividad, desde el instinto. No dejes que sea eso lo que conduce tu relación. Es el amor lo que debe guiar tu relación. Para hacer crecer un músculo hay que hacerlo trabajar y si lo empujas a su máximo, crecerá más. Es lo mismo con el amor, es el máximo ejercicio de desarrollo personal y en pareja.

Nada en la vida te desafiará a crecer más, íntimamente, emocionalmente y espiritualmente, que la relación de pareja, porque nada más puede levantar así tus miedos. Si te atreves a mostrar tu verdad al otro, a volver al ring del amor aunque duela y a dar libremente amor aunque a veces no lo recibas, te darás cuenta que el amor es el oxígeno del alma y que amar es un sendero sólo para valientes.

“El matrimonio debe luchar constantemente contra un monstruo que lo devora todo: la rutina”
Honore Balzac